El hecho, relacionado con una
antigua tradición debida principalmente a la Vita S. Gregorii de
Giovanni Diacono (?-872), llevó a que su icono se correspondiera con la del
patrono inspirado de ese repertorio monódico sistematizado y largamente
milenario que lleva su nombre. En esa obra, confeccionada sobre la base de
tradiciones y fuentes más antiguas, se consigna que “en la Casa del Señor, como
otro docto Salomón, por las cualidades de compunción y de dulzura de la música,
el más diligente cantor compiló últimamente el Antiphonale cento”(1).
Base documental que forjó en las profundidades de la historia la “obra
gregoriana” de Gregorio I, a falta de escritos de su propia pluma o de otros
documentos contemporáneos a su vida, esta biografía fue durante siglos la
justificación escrita más explícita de quienes afirman su responsabilidad en el
trabajo de recopilación del repertorio eclesiástico; justificación que sería
una prueba definitiva si existiera al menos una copia del Antiphonale que se le atribuye...
Gregorio I dictando al escriba, según el manuscrito Hartker (St. Gall 390-391)
S. GREGORIO Y EL GREGORIANO
Considerado el “padre espiritual” de
la Edad Media por su acción pastoral, su obra escrita, su celo evangelizador, y
su capacidad administrativa en tiempos de decadencia de la acción bizantina
sobre la península itálica, S. Gregorio Magno fue el primer Papa-monje o monje-Papa,
condición que, partiendo de la sobredicha Regula de S. Benito, en donde
la centralidad del oficio cantado comunitario u opus Dei y su minuciosa
organización es relevante, constituye acaso una de las explicaciones de su interés por la Liturgia.
Otros elementos, esgrimidos por los
defensores de la tesis gregoriana frente a la opinión igualmente difundida que
llevaba los orígenes de estas melodías al universo helénico -como sostuvo
Gevaert- y es el caso del benedictino dom Germain Morin, (2) podrían echar luz sobre la cuestión, si se confirma la autenticidad de los
mismos. Por lo demás, los notadores en sus libros de coro se hicieron eco de
esta tradición relativa a las dotes musicales de Gregorio I, lo que encendió el
ánimo de quienes defendían no sólo su
condición de compilador-reformador del cursus
litúrgico romano, sino también su condición de compositor, afirmando que él
mismo escribió allí donde faltaban, las melodías litúrgicas apropiadas al rito
correspondiente. Pero la invocación de su nombre y patronazgo, no quería sino
contribuir a consolidar la legitimidad y universalidad de los contenidos
presentados en tales volúmenes, lo que coadyuvó a hacer prevalecer ese
repertorio por sobre otros materiales melódicos, entonces en uso.
Consolidada hoy la tradición y
resistente a toda polémica, especulación o
análisis objetivo, el tema de S. Gregorio I mediador entre el plano
divino y el humano a través de la música, es parte de la iconografía cristiana,
y decir repertorio litúrgico monódico tradicional de la Iglesia Romana,
no es otra cosa que decir, con
terminología técnica y manera un tanto ampulosa, canto gregoriano.
Enrique MERELLO-GUILLEMINOT
(1) Citado por Franco
ABBIATI: Storia della Musica, trad.
Baltasar SAMPER, p. 113 (UTERA, México, 1958)
(2) En su obra Les véritables origines du chant grégorien (1890), dom G. MORIN refutó esa teoría del
historiador belga, invocando algunos documentos que corroborarían los dichos de
G. Diacono y que son anteriores a su
redacción.