sábado, 10 de noviembre de 2012

La cuestión gregoriana

Figura de las más relevantes del Medioevo cristiano, Gregorio I hoy llega a nuestros días con esa vinculación inesperada que hace de él un legislador en cuestiones litúrgicas, un compilador e incluso un compositor de música para el culto católico.

El hecho, relacionado con una antigua tradición debida principalmente a la Vita S. Gregorii de Giovanni Diacono (?-872), llevó a que su icono se correspondiera con la del patrono inspirado de ese repertorio monódico sistematizado y largamente milenario que lleva su nombre. En esa obra, confeccionada sobre la base de tradiciones y fuentes más antiguas, se consigna que “en la Casa del Señor, como otro docto Salomón, por las cualidades de compunción y de dulzura de la música, el más diligente cantor compiló últimamente el Antiphonale cento”(1). Base documental que forjó en las profundidades de la historia la “obra gregoriana” de Gregorio I, a falta de escritos de su propia pluma o de otros documentos contemporáneos a su vida, esta biografía fue durante siglos la justificación escrita más explícita de quienes afirman su responsabilidad en el trabajo de recopilación del repertorio eclesiástico; justificación que sería una prueba definitiva si existiera al menos una copia  del Antiphonale que se le atribuye...

          Gregorio I dictando al escriba, según el manuscrito Hartker (St. Gall 390-391)

Gregorio (ca. 540-604)  había sido hijo de una familia de tradición cristiana proveniente de la nobleza romana, la gens Anicia, que dio a la Iglesia varios sacerdotes y también al papa S. Felix III, del cual era su bisnieto. Fundador de seis monasterios en sus dominios de Sicilia, y uno más en Roma en su propio palacio de la Colina Celia que llamó “San Andrés ad Clivum Scauri”, él mismo vivió allí como monje, rigiéndose en parte por la Regula monachorum escrita por S. Benito que conocía y ponderaba. Prefecto de la Urbe en el 573, Gregorio es ordenado diácono y enviado por el papa Pelagio II a la corte de Constantinopla como su legado, residiendo en esa ciudad entre el 579 y el 586. Ya de vuelta en Roma, y Abad de su propio monasterio, en el 590 y contra su voluntad es elegido Obispo de esa ciudad por el  clero y el pueblo romano.

S. GREGORIO Y EL GREGORIANO

Considerado el “padre espiritual” de la Edad Media por su acción pastoral, su obra escrita, su celo evangelizador, y su capacidad administrativa en tiempos de decadencia de la acción bizantina sobre la península itálica, S. Gregorio Magno fue el primer Papa-monje o monje-Papa, condición que, partiendo de la sobredicha Regula de S. Benito, en donde la centralidad del oficio cantado comunitario u opus Dei y su minuciosa organización es relevante, constituye acaso una de las  explicaciones de  su interés por la Liturgia.

Otros elementos, esgrimidos por los defensores de la tesis gregoriana frente a la opinión igualmente difundida que llevaba los orígenes de estas melodías al universo helénico -como sostuvo Gevaert- y es el caso del benedictino dom Germain Morin, (2) podrían echar luz sobre la cuestión, si se confirma la autenticidad de los mismos. Por lo demás, los notadores en sus libros de coro se hicieron eco de esta tradición relativa a las dotes musicales de Gregorio I, lo que encendió el ánimo de quienes defendían  no sólo su condición  de compilador-reformador del cursus litúrgico romano, sino también su condición de compositor, afirmando que él mismo escribió allí donde faltaban, las melodías litúrgicas apropiadas al rito correspondiente. Pero la invocación de su nombre y patronazgo, no quería sino contribuir a consolidar la legitimidad y universalidad de los contenidos presentados en tales volúmenes, lo que coadyuvó a hacer prevalecer ese repertorio por sobre otros materiales melódicos, entonces en uso.

Consolidada hoy la tradición y resistente a toda polémica, especulación o  análisis objetivo, el tema de S. Gregorio I mediador entre el plano divino y el humano a través de la música, es parte de la iconografía cristiana, y decir repertorio litúrgico monódico tradicional de la Iglesia Romana, no es otra cosa que  decir, con terminología técnica y  manera  un tanto ampulosa, canto gregoriano. 

Enrique MERELLO-GUILLEMINOT

(1) Citado por Franco ABBIATI: Storia della Musica, trad. Baltasar SAMPER, p. 113 (UTERA, México, 1958)
(2) En su obra Les véritables origines du chant grégorien (1890), dom G. MORIN refutó esa teoría del historiador belga, invocando algunos documentos que corroborarían los dichos de G. Diacono y que son  anteriores a su redacción.