lunes, 3 de septiembre de 2012

¿Monodía o monodía acompañada?

Cuando se echa mano a viejos registros discográficos de canto gregoriano, puede llamar la atención la presencia del órgano, acompañando el desarrollo de las piezas corales. Sin embargo, es evidente que tubos o fuelles, son  elementos definitivamente extraños a su naturaleza monódica; desde el punto de vista  acústico, es utilizar un material diverso, y también más pobre, por lo menos cuatro veces.

Ocurre que acomodar la monodía vocal a un instrumento como el órgano o el armonio, es acomodar también sus patrones de entonación, campo de estudio importante y usualmente poco considerado de la investigación y la praxis gregoriana. En primer lugar, debiera distinguirse entonación del término afinación; este último vocablo conlleva el concepto de concertación, esto es “poner una voz en afinidad con otra”, antes que “poner en el tono”. ¿Cuál era el criterio de entonación de los distintos intervalos del gregoriano en su época de esplendor? Parece ser evidente, habida cuenta de sus fundamentos teóricos, que éste toma como base el sistema establecido por Pitágoras, a partir  de una entonación originada en las relaciones matemáticas de los armónicos. Así, la 8ª. tiene estructura modular  2/1, el unísono  1/1, la 5ª. 3/2, la 4ª. 4/3, el tono 9/8, todo lo cual resulta visible y audible al dividir debidamente una cuerda vibrante; un hecho posible por cuanto la construcción y el uso del monocordio -ese instrumento-diapasón ya descripto por Boecio en su De Institutione Musicae- es documentable a partir del siglo X.
 
Es interesante observar los diversos testimonios iconográficos a este respecto, como el que presenta al monje benedictino Guido d’Arezzo enseñando las notas a su discípulo Teodaldo sobre tal instrumento. ¡Hasta el mismo S. Gregorio I ha sido representado sentado al monocordio, en tanto le dicta la música a su amanuense! 


Guido y su alumno, el obispo Teodaldo
(Cod. 51, Bibl. Nacional de Viena, siglo XII)

 LAS PAUTAS DE UNA ENTONACION EXPRESIVA

Ateniéndonos a la documentación,  también se podría inferir  que los cantores tenían la certeza en cuanto a los intervalos pitagóricos, aunque no así de los demás. Siendo las 2as., 3as. y 6as. intervalos más inciertos que las inobjetables consonancias citadas supra, parece ser que se determinaban más por oído que por cálculo. Por eso expresa S. Odón de Cluny: “el hombre canta lo mejor que puede; pero la cuerda está dividida por los sabios con tal destreza que no puede mentir”(1).

Vale decir que la entonación del gregoriano parece tener base en la naturaleza matemática de los fenómenos acústicos y que, no obstante el conocimiento -y empleo- de esos intervalos justos, utilizaba los otros, de un modo expresivo, libre (2). Luego, el material gregoriano se presenta  enriquecido por microintervalos que no pueden corresponder nunca a los “medios tonos” de la Escala Uniformemente Atemperada de 12 sonidos teorizada por Werckmeister en 1686: más bien es al sistema de 53 subdivisiones en la 8ª., ya preconizado por Mercator y Bosanquet, al que se debiera mirar a la hora de dilucidar esta difícil cuestión. 
 
 
Una página de De Institutione Musicae de Boecio
en donde la 8ª es analizada en sus diversos intervalos.
 
Se comprendrá que el acompañamiento al gregoriano, con sus acordes supuestos, su material tonal, y la estética resultante, lejos de serle  un beneficio o un complemento, resulta inapropiado y superfluo. Consolidado el dodecafonismo, es lógico que en el decurso de los siglos la entonación del canto gregoriano progresivamente se haya ido  embretando, como se embretó su misma notación y consecuente expresión, entre la trama lineal del diastematismo.

                                                                              Enrique MERELLO-GUILLEMINOT



(1) Cf. DE CLUNY, S. Odón: Dialogus de Musica (citado por Curt SACHS: The History of musical instruments, trad. Dora BERDICHEVSKY & Daniel DEVOTO, p. 257, Ediciones Centurión, Buenos Aires, 1947)
(2) Helmholtz observaba la estricta dependencia entre las inflexiones y cadencias de los recitativos litúrgicos gregorianos y del habla común, de tipo imitativo (Cf. HELMHOLTZ, Hermann: Die Lehre von den Tonempfindungen, trad. Alexander J. ELLIS, p. 239, Dover Publications, New York, 1954).